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Nuestro cerebro utiliza las suposiciones para facilitarnos la vida: suponemos que mañana estaremos vivos cuando planificamos el día siguiente o compramos una entrada para un espectáculo. Sin embargo, el uso que le damos no siempre es adecuado.
En muchas ocasiones se cae en actuar en base a suposiciones, es decir, dando por certero algo que no se ha corroborado. ¿Cuál es el problema?, pues que en otras tantas ocasiones no se acierta y se generan malos entendidos, confusiones, disputas, etc. cuyas consecuencias pueden ser pérdidas económicas, deterioro de relaciones personales o profesionales, malestar propio o ajeno, decepción, …
Para solucionar este problema se puede optar por:
Por tanto, resulta importante aprender a preguntar y tener en cuenta que no está bien visto socialmente y que algunas personas sienten desesperación ante una serie de preguntas y responden frases como “¡claro, es obvio!”.
Por otra parte, suponer también puede referirse a imaginar una situación, siempre y cuando diferenciemos esa fantasía de la realidad no habrá problema alguno. Que una persona te mire a los ojos y sonría no significa que sienta atracción por ti, ¿cierto?
Se trata en mi opinión de una nueva versión del problema de siempre: las fronteras y los extremos.
Ni suponerlo todo ni ignorarlo todo. Las suposiciones, los prejuicios, las inducciones, las hipótesis, etc… son acciones lógicas del cerebro inteligente, que nunca parte de cero, que completa a partir de información aprendida.
Si no supusiéramos, seríamos como los peces, todo tendríamos que aprenderlo cada vez. Tampoco desarrollaríamos la empatía, o tendríamos la habilidad de anticiparnos a ayudar a otros cuando acostumbrar a errar en lo habitual.
Si al contrario, lo suponemos todo, conseguiremos convertirnos en seres intratables con los casi nadie quiera relacionarse.